El primer recuerdo que tengo de desear un mejor entorno es cuando salía a jugar en la calle futibeis con los vecinos, me chocaba tener que desacomodarnos y reacomodarnos si venía un carro y envidiaba las amplias banquetas de la Zona Norte, aunque ahora me doy cuenta que igual no hubieran sido suficientes para jugar futibeis ahí. Un verano alguien dejó unos montones de tierra detrás del baldío que había frente a mi casa y los usamos como rampas para bicicleta, uno de los recuerdos de más diversión infantil que tengo, hasta que algún dompe llegó y se llevó la tierra, dejando una vez más un baldío plano e inútil. Me agüité de que nos quitaran algo que nos divertía y no estorbaba a nadie para dejar nada en su lugar. En algún punto de mi adolescencia lloré porque cerraron el Peter Piper y pusieron un casino en su lugar, mi frutración venía de que no hubiera suficientes lugares para que los menores de edad estuviéramos, todo era antro o bares y nosotros ¿qué teníamos?¿un parque infantil jodido?
Siempre que explico por qué nunca me ha gustado vivir aquí doy el ejemplo de que no llegan conciertos, todas las bandas que me gustan llegan a la CDMX, Guadalajara o acaso Monterrey, puras ciudades a un avión de distancia, Phoenix tampoco ayuda teniendo que cruzar la frontera y pagar hotel aunque sea menos del día de viaje en carretera. Entonces me siento en medio de la nada, literal, en el desierto. Pero ahora he estado reflexionando, más con lo que he leído de urbanismo, que pues fuera de los eventos (los cuales antes de la pandemia ya había encontrado bastantes en qué entretenerme), en general no hay lugares donde estar, y no hay mucho a donde ir si no estás consumiendo, por lo general comida o bebida, aunque ese es un problema que no es exclusivo de aquí.
Yo siempre fui mala en los deportes y por lo tanto no me consideraba una persona activa, sin embargo cuando hice el semestre el Albuquerque un chico que conocí allá dijo que yo y otra chica éramos precisamente muy activas, caí en cuenta que en mi estancia allá hice precisamente muchas actividades: esgrima, natación, ir a escalar... La mayoría resultado de aprovechar cosas que no había aquí y pues, resulta que las personas de países desarrollados hacen mucha más variedad de disciplinas porque tienen las oportunidades.
Con la cuarentena y la crisis de casi cumplir 30 caí en cuenta que no tenía razones para no aprender a andar en longboard, algo que siempre había visto como algo cool y distante, así que me compré una y empecé a aprender.
Uno de los usos de las longboards es simplemente transporte, así que supuse que no habría mucho problema con usarla en la calle, con lo que sí hay problema, sin embargo, es con la inseguridad y la creciente taza de feminicidios, así que mi tiempo límite para usarla es algo así como el atardecer porque cuando hay sol hace calor y cuando es de noche es más fácil que me secuestren. Empecé aprendiendo alrededor de la cuadra.
La falta de espacios volvió a llegar a mi vida, al parecer el único lugar donde se puede patinar es alrededor del estadio de baseball. Catedral, el centro / área pública donde más se puede estar a pie, tiene el piso muy feo. El parque de la Pitic es muy angosto y de ahí en fuera las calles tienen muchos baches, las banquetas son nulas, los carros andan en chinga... Y pues el estadio tiene el inconveniente de que una vez que empiece el baseball va a ser imposible entrar ciertos días.
Así que hice el intento de patinar en la calle atrás de mi casa, ya que es medio nueva y el pavimento está liso, está ligeramente de bajada y en teoría no hay tanto tráfico: Nunca había recibido tanto acoso. En ¿cinco minutos? y menos de dos cuadras recibí pitidos, chiflidos, besitos y un carro hizo semialto junto a mí (a media calle donde no había ningún alto). Obviamente regresé corriendo a mi casa.
Una vez más lamenté la falta de espacios, la falta de una ciudad donde se pueda andar más allá que en carro, y la falta de una sociedad segura donde las mujeres podamos estar afuera.
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